martes, 31 de mayo de 2011

Me monte a mi hija y no me arrepiento

Me monte a mi hija y no me arrepiento
No cabe duda de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Mi nombre es Roberto y siempre solía quejarme de mi vida. Mi esposa me había abandonado por otro hombre a principio del nuevo milenio dejándome con 3 hijos. Pero eso no era todo, mi hijo Antonio, el mayor, era drogadicto y había abandonado la casa justo al cumplir la mayoría de edad; yo vivía hundido en un centenar de deudas distintas que nunca disminuían; tenía que lidiar con los problemas comunes que 2 mujercitas adolescentes le acarrean a un papá soltero; y, en mi empleo, aún no me daban la promoción que tanto esperaba desde hacía ya varios años.
Estaba tan metido en estos líos que nunca me ponía a ver el lado bueno de la vida hasta que una tarde, recién llegando del trabajo, cuando mis hijas estaban en la escuela, me encontré con que nos habían robado todo. La casa estaba vacía y hasta con el perro habían cargado. Sin embargo, no me di el tiempo para averiguar que habían robado y que no, inmediatamente di aviso a las autoridades y salía  preguntar a los vecinos si no habían visto nada.
-En la mañana vi a Antonio con un camión de mudanza, me dijo que te ayudaría a cargar unos muebles que ya no querías…- me dijo el vecino de enfrente y en ese momento me maldije a mí mismo por haberle dado llave de la casa a mi hijo el drogadicto.
De inmediato traté de localizarlo pero como era obvio, ya había cambiado su número de celular, se había cambiado de residencia y había desaparecido de la vista de sus “amistades”.
Las autoridades me animaron a poner la denuncia, sin embargo, el cariño de padre me hizo rechazarla y preferí omitirla.
-Eres muy tonto papá… Antonio nos ha dejado sin nada y tú sigues pensando en su bienestar? Bien merecido se tiene el ir a la cárcel. A ese desgraciado no le importamos nosotros.- me decía la mayor de mis hijas, Pamela, sumamente molesta mientras mi otra hija, Amaranta, lloraba en el sillón.
-Escúchame bien Pamela… no será sino hasta que seas madre que entenderás el porqué de mi actuar… quiero que entiendas que más ahora que nunca te necesito de mí lado… eres la mayor y por lo tanto desde hoy te comportarás como la mujer de esta casa. Sin tu apoyo no lograré nada, tenemos que levantar esta familia a como dé lugar por tú bien y por el de tu hermana…
En ese momento mi hija se echó a llorar sobre mi pecho:
-Tengo miedo papá, y si Antonio regresa? Y si se nos cruza en el camino de vuelta del colegio?
-Tranquila hija que no pasará nada… tú hermano ya consiguió lo que quería. Debe estar muy lejos de aquí. Si te sirve de algo, mandaré cambiar hoy mismo las cerraduras y ni tú ni tu hermana irán al colegio lo que resta de la semana… así estaremos más seguros todos.
Esa misma tarde cambié las cerraduras; en el fondo yo también temía por el bienestar de mis hijas sabiendo que su hermano no era capaz de controlarse.
Mis vecinos se enteraron de lo sucedido y pronto decidieron brindarme su apoyo. Nos prestaron 2 colchones, un televisor, productos higiénicos como jabón, champú, una toalla y hasta la cena nos llevaron. Todos ellos fueron muy amables y solidarios.
Mis hijas me ayudaron a acomodar los pocos muebles en la sala.- Donde se supondría que dormiríamos todos.- Y cerca de las 9 de la noche cenamos.
Más tarde, mientras veíamos televisión, no pude evitar llorar ante la imagen de mis hijas sentadas en el suelo sin ningún mueble a su alrededor.
-Tranquilo papá que ya pasara… vamos a la cocina para que Amaranta no te vea llorar…- me dijo mi hija Pamela mostrándose mucho más consciente que antes.
En la cocina lloré en el hombro de mi hija como un recién nacido. Mi hija en todo momento me dio consuelo y me animó a no decaer.
-Mañana dejaremos a Amaranta con la vecina…- le dije a Pamela.- Quiero que me acompañes a poner la denuncia. Tú hermano necesita aprender una lección y si yo no puedo dársela entonces que sea el estado quien se la dé antes de que sea demasiado tarde y cometa algún crimen peor…
Cuando volvimos a la sala Amaranta se había quedado dormida en uno de los colchones. Pamela me sonrió y me dijo que no hiciera ruido mientras traía una sábana y cubría a su hermana. Aquella escena me recordó mucho a su madre. Pamela había crecido y se estaba convirtiendo en una hermosa señorita de melena larga y negra, tez blanca, ojos verdes y complexión delgada pero bien formada. Muy similar a su madre cuando tenía su edad.
-Me voy a duchar papi…- me dijo y dándome un beso en la mejilla se marchó rumbo al baño.
Yo mientras tanto me quedé en la sala mirando el noticiero. Debo reconocer que en ese momento sentí muy bonito tener a una mujer que me apoyara a mi lado nuevamente. No cabe duda que mi hija se estaba comportando a la altura de las circunstancias.
Cuando mi hija Pamela salió del baño, lo hizo envuelta en una toalla que no cubría del todo su cuerpo.
-He olvidado mi pijama en la habitación, menos mal que mi hermano ha respetado la ropa o no le ha alcanzado el tiempo para llevársela consigo…- me dijo paseándose por la sala mientras yo la miraba discretamente.
Al poco rato mi hija volvió vestida y me entregó la única toalla que teníamos.
En ese momento me puse de pie y fui al baño con la idea de darme una ducha que sacara las tantas cosas que rondaban por mi mente.
En el transcurso deseaba que hubiera agua caliente aún pero, teniendo en mi mente aún presente la imagen de mi hija envuelta en toalla, prefería que hubiera agua fría.
Me duché y me sequé con la misma toalla que mi hija lo había hecho hacía unos momentos. Y fue así que no pude evitar excitarme con el pensamiento. El solo saber que sus tetitas y su cuquita habían rozado la tela que justo ahora rozaba mi duro miembro terminó por excitarme al grado que tuve que esperar sentado en el baño a que la calentura pasase mientras me reprochaba una y otra vez mi actitud.
Cuando salí del baño mi hija aún me esperaba despierta en la sala.
-Te he estado esperando… Amaranta se ha quedado dormida de manera que ha ocupado toda la cama…- me dijo mi hija señalándome a su hermana.
En ese momento miré a mi hija menor y verla dormir tan tranquilamente luego de un día aterrador me hizo no querer despertarla:
-Déjala dormir… dormiré en el suelo sobre alguna cobija.
-Que dices? Este colchón es lo suficientemente grande como para que tú y yo durmamos en él papi… además, las cobijas nos pueden hacer falta, la noche es muy fría y ni quiero imaginar cómo estará el suelo… anda, vente a dormir ya que mañana nos espera un día pesado.
No pude reprocharle nada a mi hija y, en cuestión de segundos, a pesar de mi inconformidad silenciosa, ya me encontraba acostado junto a ella.
Antes de dormir platicamos de todo, del colegio, de su hermana, de nuestros planes a futuro… Yo tenía años que no hacía eso antes de dormir y vaya que lo extrañaba. Desde que mi esposa me abandonó mi vida se había vuelto fría y solitaria. Y aquella noche volví a sentir el calor de una amena plática nocturna.
Durante nuestra plática, hubo 2 puntos de los que mi hija y yo no hablamos: de su hermano y de su madre.
Mientras platicábamos, mi hija me daba la espalda y yo la abrazaba por detrás. El perfume de su cabello, lo suave de su piel y el sonido lindo de su voz aunado a la imagen de la toalla, habían hecho que mi verga se pusiera erecta.
Intenté echar mis caderas hacia atrás pero, por lo pequeño del colchón, no había forma de separarme lo necesario de ella así que era obvio que mi hija sentía mi lanza presionada contra su lindo culo. Increíblemente mi hija no decía nada ni parecía molestarse. Es más, hablaba con total naturalidad como si llevara años sintiéndome de esa forma.
En un momento dado, mi hija se volteó hacia mí y, mirándome a los ojos, me dijo:
-Quiero saber entenderte papi… yo sé que estás pasando quizás por el peor momento desde que mi madre nos abandonó, tu vida desde entonces no ha ido bien, mi hermano se ha descarrilado, nos hemos quedado sin casi nada y el futuro de mi hermana es bastante incierto. Lo que tú necesitas es una mujer que te respalde, que te apoye y que te brinde todo su amor como mamá debió de hacerlo. Quiero que sepas que haré todo lo posible por tomar el lugar de mujer en esta casa. Tal y como tú me lo has pedido…
Mi hija me abrazó pegándome sus incipientes tetitas a mi pecho y en ese momento me quedé sin habla. Estaba seguro que ahora mi pene se presionaba contra su abdomen y el que mi hija no hiciera nada por evitarlo me estaba enloqueciendo!
-Te lo agradezco mucho hija…- le dije y avergonzado trate una vez más de hacerme hacia atrás.
-No papi…- me dijo mi hija viéndome a los ojos con ese encanto tan particular que tienen sus lindos ojos. Luego se acercó más a mí y me dijo.- Por mi bien y el de mi hermana, estoy decidida a ser la mujer de esta casa… en todos los sentidos.
-Hija yo…- apenas hablé sentí como sus labios se apoderaban de los míos tomándome por sorpresa.
Rápidamente le devolví el beso y la fui guiando en lo que parecía ser, sino el primero, si de los primeros besos que mi hija le daba a un hombre.
-Hmmm…- le escuché gemir ligeramente cuando con su mano encontró en mi entrepierna mi verga. Luego comenzó a tallármela por encima del short.
En ese momento mi mente gritaba NO!!! DETENTE!! ES TU HIJA!!! Pero mi cuerpo me aventaba hacia ella SIN REMEDIO alguno…
Mi hija se separó de mí y comenzó a sacarse con movimientos atinados su pijama por encima de su cabeza exponiendo con ello sus senos que se movían libres en la ausencia de sujetador.
Eran realmente hermosos!! Los senos de mi hija eran hermosos! Del tamaño de 2 naranjas y con la punta rosada pidiendo a gritos ser mordidos.
Mi hija continuó quitándose la ropa hasta quedar en tanga. Una vez así, mirándome a los ojos me preguntó si me gustaban sus senos:
-Te gustan?
En ese momento no pude evitar preguntarle:
-Alguna vez lo has hecho?
-No… tú serás mi primero papi… el primero y el único…- con su mano volvió a tomar mi verga por encima del short y me dijo- te toca papi… fuera ropa…
Rápidamente me quité la ropa tratando de no hacer ruido pues la presencia de mi otra hija en el colchón de enfrente me impedía un escándalo.
Una vez desnudo, volví a besar a mi hija en los labios y de ahí fui bajando por su cuello hasta llegar a sus senos los cuales mordí y lamí como loco! Luego lamí su abdomen, sus muslos y al fin llegué al manjar más delicioso que he probado en mi vida: su pequeña conchita!
-Hmmmmmmmm…- gimió escandalosamente mi hija al sentir mi lengua en su vagina y tuve que hacer que mordiera la sábana para que no gritara del placer.
Una vez empapada su cuquita, me coloqué en medio de sus piernas y, posándole la verga en la entrada, le dije:
-Estas segura hija? Estas segura de que esto es lo que quieres?
-Si papi… quiero ser tuya… hazlo. Hazme tuya… hazme tu mujer…!!
Lentamente mi pene se fue abriendo paso en esa apretada vagina angelical que me envolvía con suavidad y ternura.
A cada centímetro que entraba me detenía y volvía a preguntarle si estaba bien hasta que, de un soló empujón de caderas hacia arriba, mi hija terminó hundiéndose todo mi pene y acabando con su virginidad:
-AAHHHHHHHHHH HMMMMMMMMMMMMMMMM…- Gemimos los 2 y nos besamos en la boca para apagar el sonido de nuestros gemidos mientras de reojo veía la silueta de mi otra hija completamente dormida.
Estuve ahí cogiendo y besando a mi hija durante mucho tiempo. Mi hija gemía y me abrazaba diciendo:
-Nunca me dejes papi… nunca me dejes… HMMMM
-Jamás lo haré hija… eres mía… solo mía… HMMM
Pronto no pude soportar más y exploté llenándola de su primer semen.
Mi hija se convulsionó de placer bajo mi cuerpo y me araño la espalda con fuerza mientras sentíamos la inminente llegada de su primer orgasmo.
Luego de eso nos colapsamos sobre el colchón sin dejar de besarnos.
-Esto es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo…- le dije viéndola a los ojos.
-mañana cuando dejemos a Amaranta con la vecina lo repetiremos… quiero empezar una nueva vida a tu lado y para ello tengo en mente muchos objetivos…
De más está decir que esa fue la primera de muchas noches de sexo junto a mi hija. Hoy en día nos hemos recuperado de las pérdidas materiales sufridas en aquél entonces, conseguí un aumento en el trabajo, mi hijo está pagando su condena por ese y muchos otros delitos que había cometido y recibe rehabilitación por parte del estado y Amaranta ya se ha graduado de la escuela de medicina y se ha ido a vivir junto a su novio. Ella nunca se enteró de lo nuestro pues, a pesar de vivir en la misma casa y de que mi hija Pamela dormía conmigo todas las noches, siempre logramos ser bastante discretos.
Hoy en día en nuestros planes está el tener un bebé y mudarnos a un vecindario donde no nos conozca nadie. Sin duda alguna mis esfuerzos sexuales pronto darán los frutos deseados...

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